Francisco Palomares: La deriva de la introspección

Artista del mes -

Francisco Palomares: La deriva de la introspección

Nuestro artista de la primavera es Francisco Palomares Fernández. Su obra, de un tono emocional y personal podría clasificarse en términos de arte-terapia, deriva y pintura digital. Francisco Palomares se basa en los acontecimientos de su vida cotidiana, alejada de la cotidianeidad habitual de la mayoría de todos nosotros debido a su oficio de biólogo, para dar forma y vida a una obra en su mayoría de toques nostálgicos e incluso apesadumbrados.

Si algo coincide formalmente en toda su obra, es en ese velo que intermedia entre el motivo de la imagen y el espectador. Palomares parte de una imagen fotografiada que le estimula estéticamente, que asocia a bienestar y felicidad, y que posteriormente trabaja para resaltar, mostrar y potenciar esa sensación. El trabajo que se vuelca sobre la imagen pasa por una serie de filtros aplicados con programas de tratamiento de imagen con la intencionalidad de separar la fotografía de sus tintes objetivos y valedores de verdad introduciéndonos en la más pura subjetividad, en el sueño, en el pensamiento y en la emoción.

Meloncillos

10_Meloncillo (2020) 

Francisco rompe los cánones de lo que se considera pintura digital llevándola por otros derroteros y, en definitiva, otra forma de hacer. Si una pura pintura digital es ejecutar una pieza de arte con pintura digital (píxeles de determinado color) aplicada pinceles digitales (una huella digital con una forma determinada por píxeles) sobre un soporte digital (un conjunto de píxeles previamente programados para definir unas medidas) y crear una obra (compilación de toda la información distribuida en capas en un archivo con extensión normalmente en JPG), Palomares parte de una de una imagen en JPG en la que interviene con una serie de filtros, su pintura digital es procesual y en ella no intervienen las puras huellas digitales del pincel a posteriori sino de la enorme huella del filtro.

Sus imágenes surgen de un paseo o una experiencia, otras de un objetivo determinado, opción que dice ser la que más le gusta y la más común. Este proceder en la creación de sus imágenes, se asemeja mucho a la de los pintores impresionistas que intentaban captar la emoción que le suscitaba un paisaje en un momento dado. Captar la emoción del momento. No obstante, no todo queda entre fotografía y pintura para dar lugar a la pintura digital. Los procedimientos escultóricos aplicados a la imagen también transitan la obra de Francisco Palomares.

Cerca de Sainte Victoire

Cerca de Sainte Victoire (2007)

Si la escultura es el arte del volumen en el espacio, y su gran revolución provino del abandono del pedestal para pasar a convertirse en espacios que albergan un volumen y, a partir de ello, en individuos que dominan un espacio, podemos declarar que la obra de Palomares tiene mucho de metáfora y deriva.

Pero, ¿Qué es la deriva? Se trata de la exploración del espacio, donde el espacio se convierte en datos emocionales que ayudan a comprender el territorio, los que viven en esa zona, cómo la viven y las peculiaridades del espacio. Es decir, una exploración psicogeográfica o “estudio de los efectos precisos del entorno geográfico, conscientemente o no previstos, que actúa directamente sobre el comportamiento afectivo de los individuos”. El “flâneur” o caminante ocioso protagonista de estos paseos renuncia a la forma convencional de desplazarse guiada por el azar, en los que se produce un proceso de recopilación de datos y sensaciones que ayudan a entender el espacio que se transita. Se trata de experimentar el territorio de un modo subjetivo.

Por los caminos de la selva” es el ejemplo más representativo y evidente que encontramos de deriva en su obra. Producto de largas horas de caminata por senderos en las selvas de diferentes partes del mundo, donde el silencio y las largas horas de la actividad según Palomares: “te hacen entrar en un proceso de escrutinio continuo con uno mismo, la realidad que te envuelve y la de tus días”. Metáfora del camino que todos hemos de seguir como destino, las imágenes pretenden extraer lo más significativo de los paisajes recorridos durante esos caminos como conclusiones extraídas del acto de caminar y de pensar.

No hay más camino Runruneo indolente
No hay más camino (2009) Runruneo Indolente (2009)

 

Tomando sus experiencias personales como en la propia deriva, Francisco Palomares ha llevado a cabo obras significativas como los poemarios ilustrados con pintura digital “La seductora locura de la falsedad” (2010) y “Luna Naranja” (2011): dos textos antitéticos pero unidos necesariamente como el ying y el yang, dos obras dominadas por la locura y la razón, la oscuridad y la claridad. Lo que nos lleva a pensar que en cierto modo emplea su arte personalmente como terapia, una forma de expresar y comunicar sentimientos incitando a la reflexión, permitiendo al propio sujeto necesarios cambios de conducta.

 La seductora locura de la falsedad

Al cielo mira (2010)

Luna Naranja

El final de un camino (2011)

 

Otro ejemplo, puede ser el adiós a su padre fallecido en “Unas flores para el último sastre” (2009), metáfora que subyace al paralelismo entre la necesidad de las flores por el sol que más tarde marchitarán las heladas y el tabaco que apagará la llama de la vida de su padre; surgida tras una deriva por los campos en plena floración del almendro.

 
Unas flores para el último sastre
Eterno calor (2009) Miles de flores (2009)

 

Supervivientes” (2014), “Olor a primavera” (2016) y “Carnívoros” (2016-2020) tratan la vida vegetal y animal desde el disfrute del caminar, extrayendo del camino, en primer lugar, los viejos almendros supervivientes al tiempo; en segundo lugar, las flores no apreciadas comúnmente en el acto de caminar; y, en tercer lugar, especies con las que ha trabajado como biólogo.

 Supervivientes_7 Manzanilla II Carnívoros: felinos
Supervivientes (2014) Olor a primavera (2016) Carnívoros: felinos (2016-2020)

 

Nos encontramos ante una obra muy personal, difícilmente clasificable, reflexionada, introspectiva y curativa. Un manifiesto de emociones que pretenden no perderse en la selva de la memoria individual.

 

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